Érase una vez, un newsletter que soñé escribir desde septiembre 2021 (estos textos nacieron como un news en julio 2022). Se trataba de un mensaje mensual donde pudiera compartir todos mis aprendizajes sobre la vida incómoda que he tenido el placer de atravesar, acompañado de algunos ejercicios de los libros que tanto amo consultar.
Así, nació JUGÁTELA y esta idea no volvió a ser editada, no necesitó tiempo de maduración ni repensar la propuesta, como suelen necesitar otras ideas. Sin embargo, este newsletter (ahora en formato blog) se demoró unos cuantos meses en salir a la luz. No es que yo sea una procrastinadora profesional (o quizás sí); lo cierto es que esta idea estuvo mucho tiempo guardada en las páginas de mis cuadernos creativos por miedo.
Y con esa palabrita mágica, les presento oficialmente de qué tratará esta entrada.
Lo cierto es que tenía MIEDO a todo. Tenía miedo a que me leyeran y a que no, a lo que pudieran pensar de mí después de leerme, miedo a exponerme. A que supieran que también soy esta persona, a veces no tan lúdica y sí muy seria, reflexiva y rebuscada. Tenía miedo a que no funcionara, a ser inconstante en la escritura (de hecho, esto sí pasó; por eso ahora es en formato blog -PD. No fue la muerte de nadie-), a aburrir, a decepcionar, a no aportar nada; a perder el tiempo, el mío y el ajeno.
Tenía tantos miedos, absurdos o no, que me moría de ganas de escribir un newsletter, pero lo dejaba guardado mes a mes en el fondo de la biblioteca.
Y aunque sabía poner pausa a esos miedos y entendía (casi siempre) que nada realmente malo podía suceder con expresar mis ideas, yo seguía pateando el asunto para más adelante, amparada en mi montoncito de excusas miedosas.
No llames pereza a la incapacidad para empezar. Llámala miedo.
Julia Cameron
¿Un monstruo o un amigo?
El miedo tiene mala fama, a veces tanta, que se lo asocia con los monstruos o se lo considera como tal. De hecho, “es” tan malo que deberíamos evitarlo, o en su defecto, ser valientes caballeras con espada y armadura para derrotarlo.
Sin embargo, no es más que una emoción que nos advierte, que nos pone en alerta y nos empuja a estar más atentas a la circunstancia. El tema es, creo yo, lo que pasa cuando el miedo se hace presente: el cómo lo recibimos y todo lo que generamos a su alrededor.
Según el psicólogo Norberto Levy, el miedo es una especie de luz roja que se enciende para avisarnos sobre una situación que debemos resolver (problema). Lo lógico sería advertirnos de dicha situación y atenderla. En vez de eso, la mayoría de las veces, intentamos tapar la luz roja (o sea el miedo), creyendo que eso mágicamente solucionará el problema del cual nos está advirtiendo; o bien, nos asustamos y repreguntamos -con cierta desesperación (yo lo hago todo el tiempo)- porqué se prendió la alarma y comenzamos a generar todo tipo de conclusiones e hipótesis para evitar que la luz vuelva a encenderse… en vez de “simplemente” prestar atención a lo qué realmente nos está mostrando el miedo.
Entiendo que todo se solucionaría con una cuestión de enfoque; dejar de prestar atención a la luz roja (miedo) y atender el problema o el asunto por el cual el miedo se encendió inicialmente. Pero la verdad, en ese momento en el que el miedo se hace presente, personalmente entro en tanto caos mental, que lo único que puedo hacer es regalarle el control (de mi vida). Y, como a él le divierte un montón prender más alarmas y luces, termina por haber tanto ruido y color, que no se puede ver ni escuchar ¡nada!
Cuando todo eso sucede, esta me parece la frase más apropiada:
Si no entendés a qué viene la frase, mirá esta escena de la peli Luca. CLIC ACÁ.
Claramente, esto parece una tontería, pero no lo es. Pues el miedo termina por habitarnos por completo. De manera tal que con su presencia pueden pasarnos dos cosas, según el tipo de persona que seamos y la circunstancia: o nos impulsa a luchar contra el monstruo, o bien, nos paraliza e invita a escondernos bajo la sábana, esperando que el tiempo haga que las emociones fuertes se vayan y los problemas se solucionen “mágicamente”.
Y dado que conozco muy bien mis sábanas, te digo que esconderse no sirve de nada. Pues, el tiempo no disuelve los problemas, sino que los mantiene en proceso de maduración y te los termina tirando en la cara como una bomba a punto de explotar. ¿Te suena?
Por eso es tan importante hablar de esto y escuchar a nuestras alarmas: ¡Hola miedos!
Vivimos al margen de nuestras vidas por miedo
y lo único que pasa mientras tenemos tanto miedo es la vida.
Lety Sahagún de Se regalan dudas
HELP! ¡Ni idea qué hacer!
Todo muy lindo con el cuentito, pero cuando el miedo se presenta ¡no sé qué carajo hacer!
Me paraliza, me persigo, empiezo a darle vueltas a todo y saco a relucir todas mis inseguridades al sol. Esa es la historia de mi vida, me pasa todo el tiempo con todas las ideas que tengo, con todas las propuestas que llegan a mi vida y con cada decisión que debo tomar: aprender a nadar, manejar, andar en bici, ser mamá, escribir un newsletter/blog y un eterno etc. Y aunque a veces resuelvo más o menos rápido y el miedo “desaparece pronto”, lo cierto es que sufro bastante por mis propios miedos mentales. Quizás, ¿sería más feliz sin ellos?
No. Y esa es la primera regla que necesitamos saber, no existe la ausencia total de miedo. Es decir, no podemos no sentir miedo y creo que tampoco se trata de no sentirlo, sino de darle la atención que requiere. Lo que sí podemos es ser menos temerosas, saber identificar un poco más rápido su mensaje e ir aprendiendo lo que los miedos tienen para enseñarnos.
En vez de desear que el miedo no se haga presente o taparlo, lo que deberíamos hacer es hacernos cargo y preguntarnos ¿Qué nos está comunicando el miedo? ¿Qué nos quiere advertir esta luz roja?
Reconocerlo y clasificarlo nos va a dar mejores herramientas para evitar perder el control absoluto y terminar en el fondo del mar de los miedos absurdos. Por ejemplo, a mí me encanta investigar cómo otras personas superaron determinada situación parecida a la mía (gracias Google por existir y facilitarlo). Esto me inspira, me recuerda que no soy la única pasando por ese problema y me despierta nuevas ideas sobre cómo enfrentar mis asuntos, aunque claramente no me los soluciona (¡dale Gisela, querés todo!)
Usando mi propio ejemplo del newsletter (ahora blog), lo que el miedo trataba de advertirme es que claramente con estas entregas iba a exponerme a otro nivel, y con su amable alarma me estaba preguntando si estaba dispuesta a tolerar lo que pudiera surgir con todo eso. Heme aquí, resurgiendo después de abandonar mi newsletter, puedo decir que ¿he vencido a más de un monstruo?
Norberto Levy en su libro La sabiduría de las emociones dice que “el miedo es una señal que indica que existe una desproporción entre la magnitud de la amenaza a la que nos enfrentamos y los recursos que tenemos para resolverla.” O sea que, si la amenaza supera nuestros recursos, el miedo se hace presente.
Por eso, entender qué nos quiere comunicar la emoción va a ayudarnos a tomar las decisiones correctas para el asunto que debamos atender; ya sea, pidiendo ayuda para enfrentar el problema, reforzando conocimientos, reordenando prioridades, etcétera, etcétera.
En otras palabras, tenemos que hablar más con nuestro miedo y preguntarle qué quiere.
KIT DE SUPERVIVENCIA
Si no sentís tantos miedos y lográs hacer todo lo que querés sin dudar, ¡te felicitooo! Espero tu mensaje en el que me compartís la receta para una vida sin miedos. ♥
Por el contrario, si sos como yo y tenés un montón de miedos que te paralizan, ¡me alegro mucho de no ser la única! y espero que estas herramientas te ayuden tanto como a mí.
1. Mirarlo fijo.
Para empezar, creo que la clave de todo está en racionalizar nuestros miedos. Elizabeth Gilbert en Libera tu magia nos los dice muy claro:
Es el mismo todos los días, no cambia, no proporciona placer, no brinda ningún giro sorprendente o final inesperado. Así que quizás el miedo pueda detenernos un par de veces, pero si nos sentamos a mirarlo fijo deberíamos darnos cuenta que no es tan grandioso al final, y seguramente él nos tenga más miedo a nosotras en el fondo.
La clave siempre, para mí, es tener una actitud proactiva, buscar soluciones que me ayuden a sobrellevar lo que el miedo me genera y salir adelante.
2. No te pasa solo a vos.
Es obvio que alguien más en algún lugar del mundo ya pasó por algo similar a lo que estemos viviendo a causa del miedo. ¡Seguro, segurísimo!
Y como ya dije antes, me encanta saber cómo hicieron otros para sobrevivir a esa situación tan parecida a la mía. Por eso, no puedo dejar de recomendar el proyecto de Michelle Poler de 100 días sin miedo. ¡VER ACÁ!
Básicamente Michelle sentía que sus miedos la privaban de la vida que quería tener, así que inició el desafío de superar un miedo por día durante 100 días. En youtube fue registrando todo su proceso y hoy, esta super mujer, que seguro tiene nuevos miedos; inspira a miles de personas en el mundo a animarse a ir por más a pesar de nuestros monstruos con lucecitas.
Además, en su instagram comparte un montón de info con su comunidad bella y miedosa, pasá por AQUÍ.
3. ¡Pintale la cara al miedo!
Alguna vez escuché que a los miedos hay que ponerles nombre, para identificarlos, entenderlos y conocerlos.
Bueno, resulta que yo les pongo nombre, apellido, cara, cuerpo y todo completito. Y por eso, me parece una idea muy divertida proponerte jugar a hacer eso mismo con tus miedos. Dibujá y creá tu propio monstruo, quizás sea más amigable de lo que pensás. (:
4. #challengemiedo
Otra idea que traigo es hacer un desafío durante un mes.
Hagan su lista de miedos y elijan uno. ¡Vamos a trabajar con ese miedo!
Revisemos: ¿De dónde viene ese miedo? ¿Qué nos está queriendo comunicar? ¿Cuáles son los pros y los contras de dejar que tome el control de la situación? ¿Cómo lo podemos enfrentar?
Si les sirve, pueden compartir con alguien el hecho de que van a estar enfrentando X miedo. De esa manera, estarán estableciendo un cierto compromiso con el otro, además de invitar a esa persona a que esté pendiente de vuestro progreso.
Perdamos un miedo a la vez. ♥
5. Un miedo pasado y pisado.
Me gusta pensar que este ejercicio es como un viajecito al pasado para tomar valor hacia el futuro.
La idea es pensar en un miedo que ya hayamos superado y reflexionar sobre él respondiendo estas preguntas:
¿A qué le tenía miedo?
¿Cómo me hacía sentir? ¿Cuáles eran mis pensamientos recurrentes sobre ese miedo?
¿Qué hice para hacerle frente a dicho miedo? ¿Me ayudó alguien, hice algo diferente?
¿Cómo me sentí después de haberlo superado?
Recordar nuestras victorias del pasado, son un buen shot de energía y esperanza para enfrentar los desafíos del futuro.
Gigi🍋✨
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